
Pero no todo es color de rosa, y
algunos males que lastran nuestros torneos desde hace tiempo siguen dañando el
espectáculo más aclamado por la afición deportiva cubana. Es inconcebible que
ya en la segunda fase del torneo, donde
se concentra la calidad y disfrutamos sobre el terreno de los mejores jugadores
del país, sigan existiendo a diario juegos a la 1 del mediodía. En nuestro
archipiélago hay millones de obreros, niños y jóvenes que asisten a su centro
laboral o educativo y que al llegar a casa desean poder disfrutar de un partido de beisbol, como evento cultural
que arrastra a una gran masa de personas a los estadios.
La contratación de peloteros en
el exterior ha puesto en evidencia más de una vez a la Comisión Nacional de
Béisbol. Ya son varias las figuras aparentemente desconocidas, sobre todo
jóvenes, que han sido contratados en el extranjero cuando ni siquiera en sus
provincias gozaban de un papel importante. Resulta increíble que un scout
japonés venga del otro lado del mundo y detecte el talento en un joven que
nuestros entrenadores ven a diario en los terrenos, y que al final gracias a
otros termine siendo una estrella de nuestra selección nacional.
La solución a tantos años de desilusiones
no es transmitir menos fútbol por la televisión, ni ofrecer por este medio un
partido semanal de las Grandes Ligas norteamericanas, editado y diferido. Tampoco
hay que temerle a poner un juego de la liga estadounidense donde jueguen
beisbolistas cubanos. Ese es el mejor beisbol del mundo, y que nuestros
jugadores triunfen ahí, por cualquier vía que hayan llegado, debería ser motivo
de orgullo para nuestro país, por nuestra gente y por nuestro deporte nacional.
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